Querido Blog:
Ni siquiera sé por donde empezar. Te he fallado 😥. Sí, durante un año entero te he abandonado. He ocupado el tiempo en otras cosas y descuidado que cuando empecé a escribirte no lo hacía solo para mí. Y aunque apenas sirva de justificación, en mi defensa diré que lo he hecho porque creo que aguardo una buena razón.
Este paréntesis ha sido para organizarme. Para cultivarme, orientarme e intentar que sea el punto de partida que de verdad siempre he querido.
Y sí, he trabajado más que nunca. He empleado toda mi energía en mejorar, en acercarme un poquito más a la escritora en la que quiero convertirme.
Solo que aún tengo que romper muchas barreras y superar ese miedo paralizante que aunque a veces es necesario, otras veces no sé gestionar.
En fin, no pretendo ponerme muy profunda. No obstante, hoy me apetece contarte algo que tal vez nunca antes me haya atrevido a decirle a nadie. Y es que cuando publiqué mi primera novela lo hice de un modo temerario. Fue como abrir la ventana de un motel y saltar a la piscina, así como haría un descerebrado y joven extranjero en sus primeras vacaciones en Ibiza. Está bien, quizá el ejemplo es un poco exagerado, pero lo que intento decirte es que no supe controlar la euforia del momento. La urgencia de ser leída. Me atropellaron las ganas y me encontré de frente con una multitud de flecos.
Y que conste que no me arrepiento. De no ser por ese riesgo no estaría ahora delante de ti.
Pero la experiencia me ha transformado en una persona más cautelosa. Y lo que escriba a partir de ahora quiero que sea algo que no pueda olvidarse. Ya no soy esa persona que escribía para sí misma. Ahora escribo para ser oída.
Y es por esa razón por lo que necesitaba decirte esto.
He llenado mi agenda de propósitos para este 2019. No demasiados, porque hay que ser realistas. Pero sí unos cuantos importantes. Y aunque el temor al fracaso aún reprime la confianza que se abre paso en mi interior, procuraré no tardar mucho en contaros más cositas sobre mi próxima publicación.
Además, ya no pienso detenerme. Estoy manos a la obra y mi teclado no deja de funcionar.
Sé que es cierto eso de que no hay dormirse, pero también he aprendido a digerir las palabras, a dejarlas reposar antes de lanzarlas al exterior. Y creo que es lo acertado. Creo que es lo que merecen los lectores. Las personas que me han acompañado desde el principio. Aquellas que confiaron en mí. Aquellas que me dicen constantemente que escriba lo que escriba ellas van a leerme. Es a ellas a quienes también va dirigido este escrito. A ellas les agradezco la paciencia, los mensajes de insistencia, el ánimo y la fe. Especialmente a ellas les debo algo mejor y espero que así sea.
Por lo tanto, querido Blog, confío en que puedas perdonarme la ausencia. Para compensar los daños este año haré lo imposible por llenarte de letras. Sé que tengo pendiente un relato sobre Raúl y Cristina. Sí, los protagonistas de “¿Quién eres, Cristina?”. Prometí contar algo más sobre esta pareja. De hecho, yo también me pregunto qué habrá sido de sus vidas. ¿Habrá crecido mucho Elena?
¿Continuará Cristina tan impulsiva y Raúl tan tozudo? ¿Seguirán amándose de ese modo intenso e inexplicable?
Lo añadiré en breve al CONTENIDO EXTRA ,quizá de esa manera pueda resarcir al menos una parte de tu desatención. ¿Te parece un buen trato?
En fin, querido Blog, ahora tengo que dejarte. Pero volveré con ese relato. Volveré una y otra vez este año. Y espero hacerlo cada vez mejor.
Mil besos, Rosario. 😘😘😘